¡Cómo me gustaba estudiar!, lástima que cuando terminé segundo grado mi papá me llevó a una estancia donde nos fuimos a vivir por su trabajo, y aunque el maestro fue a pedirle que siguiera en la escuela ya que otro chico y yo éramos los mejores alumnos, no quiso saber nada.
Cuando tuve catorce años fui a trabajar a la estancia de
Cuye, comencé como boyero ¡Qué estancia era esa! Tenía treinta y
cuatro tambos, y en cada uno vivía una familia. ¡Era un pueblo!
Después fui mensual de acaballo y aprendí mecánica. Me compraba
los libros y estudiaba cuando me acostaba, para no molestar me ponía
la linterna debajo del brazo y así leía y también escribía poemas
y dibujaba, me gustaba mucho todo eso.
Así
que después comencé como tractorista y hacía todos los trabajos de
mecánica de la estancia. Cuando íbamos a comer le ayudaba a la
cocinera con las ollas, eran muy grandes y pesadas. Me quería mucho,
sabía sacarle la nata a la leche para hacer manteca y nos daba un
poco para que comiéramos. ¡Qué rica que era!
Yo
me hice de novio con la hija del capataz. María Elisa se llamaba,
¡qué linda! Pero un día ella se fue a Junín a la casa de unas
primas y yo fui a verla y no la encontré. Era joven, y cuando uno es
joven ve las cosas de otra manera. No quise saber más nada con ella,
a pesar de que quiso darme sus explicaciones. Había una nenita que
siempre estaba con ella y le preguntaban: “¿por quién llora María
Elisa?”, y decía: “por Oscar”... Nunca se casó, ya murió la
pobre, murió joven..
Lástima
que se vendió esa estancia cuando murió Cuye. Yo tenía treinta
años, quedamos todos sin trabajo, eso fue en el cuarenta. Algunos
lloraban, uno se pegó un tiro porque no tenía a dónde ir. Yo
ensillé mi caballo, agarré mis cosas y me vine a Junín.
Comencé
a trabajar en la metalúrgica de mi primo, conocí a María Laura
(que le decíamos “Maruca”) y cuando tenía cuarenta años y ella
treinta y seis nos casamos. Siempre nos llevamos bien, era muy buena
compañera y cocinaba muy lindo, después entré a trabajar en los
talleres municipales y a la tarde hacía trabajos particulares.
Una
vez, me acuerdo, cuando estaba en la estancia, vine a una fonda, que
también era una casa de citas y estaba el Pibe Cabeza con Caprioli y
otro; vestía de traje y estaba mirando un mapa. A los pocos días lo
mataron, estaban escondidos en una tapera. Parece que hubo una
batida.
Nunca me faltó trabajo, trabajé hasta los noventa y cuatro años. Arreglaba los motores Villa. Pude hacerme la casa, yo hice las vigas de hierro para el cielo raso, las rejas para las ventanas y levantamos las paredes junto con unos amigos que eran constructores. En fin, me defendí.
Nunca me faltó trabajo, trabajé hasta los noventa y cuatro años. Arreglaba los motores Villa. Pude hacerme la casa, yo hice las vigas de hierro para el cielo raso, las rejas para las ventanas y levantamos las paredes junto con unos amigos que eran constructores. En fin, me defendí.
Ahora
me he quedado solo, no sirve vivir tanto, uno se queda sin familia,
sin amigos, mis hermanos murieron todos, encima ninguno se casó y
nosotros no tuvimos hijos, porque ya éramos grandes cuando nos
casamos. Menos mal que tengo a mi sobrina política que se hizo cargo
de nosotros, le estoy muy agradecido por eso. Maruca ya hace cinco
años que falleció y ¡cómo la extraño! Estuvimos sesenta años
casados, ¡éramos tan compañeros! Ahora siento que mi cuerpo ya no
me da, soy muy viejo, tengo ciento cinco años y le pido a Dios todos
los días que me lleve, que se acuerde de mí. No sirve vivir tanto…
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