viernes, 13 de enero de 2017

Oscar, por María del Carmen Derrocco


¡Cómo me gustaba estudiar!, lástima que cuando terminé segundo grado mi papá me llevó a una estancia donde nos fuimos a vivir por su trabajo, y aunque el maestro fue a pedirle que siguiera en la escuela ya que otro chico y yo éramos los mejores alumnos, no quiso saber nada.


Cuando tuve catorce años fui a trabajar a la estancia de Cuye, comencé como boyero ¡Qué estancia era esa! Tenía treinta y cuatro tambos, y en cada uno vivía una familia. ¡Era un pueblo! Después fui mensual de acaballo y aprendí mecánica. Me compraba los libros y estudiaba cuando me acostaba, para no molestar me ponía la linterna debajo del brazo y así leía y también escribía poemas y dibujaba, me gustaba mucho todo eso. 
Así que después comencé como tractorista y hacía todos los trabajos de mecánica de la estancia. Cuando íbamos a comer le ayudaba a la cocinera con las ollas, eran muy grandes y pesadas. Me quería mucho, sabía sacarle la nata a la leche para hacer manteca y nos daba un poco para que comiéramos. ¡Qué rica que era!
Yo me hice de novio con la hija del capataz. María Elisa se llamaba, ¡qué linda! Pero un día ella se fue a Junín a la casa de unas primas y yo fui a verla y no la encontré. Era joven, y cuando uno es joven ve las cosas de otra manera. No quise saber más nada con ella, a pesar de que quiso darme sus explicaciones. Había una nenita que siempre estaba con ella y le preguntaban: “¿por quién llora María Elisa?”, y decía: “por Oscar”... Nunca se casó, ya murió la pobre, murió joven..
Lástima que se vendió esa estancia cuando murió Cuye. Yo tenía treinta años, quedamos todos sin trabajo, eso fue en el cuarenta. Algunos lloraban, uno se pegó un tiro porque no tenía a dónde ir. Yo ensillé mi caballo, agarré mis cosas y me vine a Junín.
Comencé a trabajar en la metalúrgica de mi primo, conocí a María Laura (que le decíamos “Maruca”) y cuando tenía cuarenta años y ella treinta y seis nos casamos. Siempre nos llevamos bien, era muy buena compañera y cocinaba muy lindo, después entré a trabajar en los talleres municipales y a la tarde hacía trabajos particulares.
Una vez, me acuerdo, cuando estaba en la estancia, vine a una fonda, que también era una casa de citas y estaba el Pibe Cabeza con Caprioli y otro; vestía de traje y estaba mirando un mapa. A los pocos días lo mataron, estaban escondidos en una tapera. Parece que hubo una batida.
Nunca me faltó trabajo, trabajé hasta los noventa y cuatro años. Arreglaba los motores Villa. Pude hacerme la casa, yo hice las vigas de hierro para el cielo raso, las rejas para las ventanas y levantamos las paredes junto con unos amigos que eran constructores. En fin, me defendí.
Ahora me he quedado solo, no sirve vivir tanto, uno se queda sin familia, sin amigos, mis hermanos murieron todos, encima ninguno se casó y nosotros no tuvimos hijos, porque ya éramos grandes cuando nos casamos. Menos mal que tengo a mi sobrina política que se hizo cargo de nosotros, le estoy muy agradecido por eso. Maruca ya hace cinco años que falleció y ¡cómo la extraño! Estuvimos sesenta años casados, ¡éramos tan compañeros! Ahora siento que mi cuerpo ya no me da, soy muy viejo, tengo ciento cinco años y le pido a Dios todos los días que me lleve, que se acuerde de mí. No sirve vivir tanto…


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