lunes, 16 de enero de 2017

Y así ocurrió, por Mirta Amalia Bruno

Presentado en "Monologueando", diciembre de 2016
Biblioteca Silvina Ocampo, UNNOBA


Eche otra mi amigo, eche otra giñebra, ¿que si tengo plata?, No se preocupe. Eche otra nomás, que tres no son nada y este cuerpo aguanta mucha más.
Y como le iba contando, es cosa de no creer, se lo tuve que decir al patrón y Dios sabe lo que me costó, no quería saber nada de enfrentarlo, porque él ha sido siempre muy bueno conmigo. Si le digo que estoy trabajando con él hace más de quince años y nunca un sí ni un no, siempre con respeto me ha dispensado y yo le he cumplido también porque yo no soy ningún desagradecido, y eso que me fue cambiando de campo en campo, porque el patrón por hay vendía y por hay compraba y hay estaba yo, fiel a los cambios.

Le aseguro compadre que no es por decir nomás, pero el patrón me ha tenido confianza total y yo le he respondido, por eso ahora me siento tan mal, compadre, que no sé cómo seguir, pero, esta vez fue más fuerte que todo y me tuve que retirar. Y lo que me costó, ni le digo, compadre. Porque yo he sido siempre fuerte para enfrentar las cosas, y usté lo sabe, compadre, pero esto que le cuento ya no es de esta vida.
Ya sabe usté, compadre que soy hombre de andar solo, y  solterón que le dicen, desde aquello con la Manuela que no se dio y entonces me dije que nunca más, porque usté sabe compadre que a la Manuela la quise y que fueron muchos años de andar juntos y ya me había acostumbrado a la Manuela, aunque no vivíamos juntos, porque a mí me gusta la libertá y por eso no me atreví a casarme y ella se enojó, no me entendió, compadre, y todo se terminó…
Me dio el raje, compadre, y a lo mejor tenía razón la pobre, ya pasaban como 15 años y ella quería familia, hijos y yo me asusté compadre… Y ahí se terminó todo.
Pero yo me sentía fuerte y no me importó mucho, total vivía en “La Inundada”, el campo de Bayauca que el patrón había comprado, y ahí estaba yo contento con la casa que era buena, los animales que me necesitaban todos los días, la motito para venir al boliche del pueblo los domingos y la paga que era buena, si hasta podía ahorrar, para mí eso era todo una buenura y no quería más.
Otra, otra compadre, que la giñebra es medicina pa’ mí hoy que me siento mal y tan perdido, porque una cosa es que a uno se lo cuenten y otra que se viva en carne propia y se quede uno sin aliento y se quede uno duro como estaca y no pueda reaccionar y tenga ganas de juir a campo abierto hasta más no dar, como loco que se escapa del loquero o potro que zafa del encierro.
Porque como le decía, compadre, que todo empezó  hace como siete, ocho meses nomás, cuando el patrón me vino a buscar  pa’ llevarme  a otro campo, “La Nueva” se llama, en la zona del Maipú y me gustó la idea, por cambiar de aires, ya había estado mucho en “La Inundada” y al Maipú ya lo conocía.
Allí llegamos con el patrón… Una preciosura que le digo compadre, muchos árboles, montones de castaños, lo que pidiera…, y la casa, ¡qué casa, compadre! De no creer, con una galería toda de frente y primero del lado de la derecha una cocina. ¡Qué cocina! Hasta estufa a leña tenía en un rincón. Al lado pa’ la izquierda un comedor, ¡que comedor!, hasta le habían dejado la mesa y las sillas, ¡enorme! Como pa’ veinte había lugar… Y después tres piezas, ¡que piezas! Pa’ mí que el campo era de algunos cogotudos, pero nada pregunté, que yo no soy chusmón. Y todo a la gran galería, ¡qué galería compadre!, como pa’ dar un baile. ¡Bailar! Justo la palabra. Que se me atraganta el garguero, ni me haga acordar, compadre.
“Aquí tiene, don Hugo, ¿le gusta? Toda pa’ usté”, me dijo el patrón. El trabajo ya lo conoce, por ahora nada de animales, más adelante veremos, me dijo el patrón. Se imagina, compadre, estaba como perro con dos colas… Toda la casa pa’ mí, una hermosura y me fui nomás a darle al laburo.
Sirva otra, compadre, que todavía tengo resto, no se preocupe que en una oportunidá me mandé como diez y aquí me tiene, si a mí la giñebra ni me hace, y ahora con lo que le cuento falta que me hace.
Ahí estaba yo contento como si me hubiese agarrado la lotería.  La cosa comenzó como semana y media después, siempre de noche, la primera vez me desperté, prendí el farol, salí afuera escopeta en mano, que yo no me ando con miedos, pero nada vi ni encontré. A la otra noche lo mismo y de nuevo salí y esta vez una vuelta a la casa me di y nada. Me parece que la tercera me venció el cansancio, pero a la cuarta  noche otra vez y toda la casa revisé y nada, en la quinta y sexta noche la cosa no había cambiado y me empecé a pensar si no andaría mal de mi cabeza.
Y sabe compadre, me dije o estoy loco o aquí pasa algo y pensé me lo traigo al Rafael el hijo mayor de mi hermana Herminda, es buenazo y vivo el mozo, además jovencito, diecisiete tiene recién. Así que contento el sobrino se vino a acompañarme, con permiso del patrón, por supuesto, que soy cuidadoso y respetuoso de esas cosas y no me ando con atrevimientos.
Estuvimos una semana más, con sainete tras sainete, hasta que el Rafa me dice, disculpe tío, pero acá no se puede estar, disculpe pero no lo puedo acompañar, no se puede dormir aquí no se puede dormir. Y tenía razón, así que lo tuve que llamar al patrón y hablarle de frente.
El patrón me escuchó con atención y no sé si lo creyó pero yo se lo dije, con el alma en la mano pero se lo dije. Acá, patrón no se puede estar, no se puede dormir, todas las noches, bien entrada la noche cuando ya agarro el primer sueño, empieza el baile. Sí, patrón, el baile, corren, se ríen, hablan pero no entiendo lo que dicen, corren sillas, corren muebles, y se ríen, me despiertan y cuando salgo a ver no encuentro nada patrón y a la otra noche lo mismo y así todas las noches. Por eso me lo traje al sobrino, pa’ ver si no estaba loco y no, patrón, porque al muchacho le pasó lo mismo y no quiso estar y se fue.
Yo no puedo seguir, patrón, no aguanto, no puedo descansar y ya tengo miedo de dormirme. Con todo el dolor del alma tengo que dejarlo patrón y Dios sabe lo que me cuesta.
Me miró medio creyendo y medio no, pero no pude seguir, eso era el infierno compadre, y me dijo, bueno don Hugo, cuánto lo lamento, pero no tengo otro campo pa’ ofrecerle en estos momentos…y eso fue todo.
Y así ocurrió compadre, que sirva una más, no sea tacaño, que sin trabajo ni compañía ni patrón, ahora no sé qué hacer, pero así ocurrió compadre aunque usté no lo crea, que no es cosa de mamado lo que le digo, y más le digo compadre, todavía no puedo dormir y ya van pa’ cuatro semanas y lo sueño todas las noches. ¿Habrá sido locura del Maipú, compadre? Usté siga sirviendo nomás.

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