Presentado en "Monologueando", diciembre de 2016
Biblioteca Silvina Ocampo, UNNOBA
Eche otra mi amigo, eche otra giñebra, ¿que si tengo plata?, No se preocupe. Eche otra nomás, que tres no son nada y este cuerpo aguanta mucha más.
Y como le iba
contando, es cosa de no creer, se lo tuve que decir al patrón y Dios sabe lo
que me costó, no quería saber nada de enfrentarlo, porque él ha sido siempre
muy bueno conmigo. Si le digo que estoy trabajando con él hace más de quince
años y nunca un sí ni un no, siempre con respeto me ha dispensado y yo le he
cumplido también porque yo no soy ningún desagradecido, y eso que me fue cambiando
de campo en campo, porque el patrón por hay vendía y por hay compraba y hay estaba
yo, fiel a los cambios.
Le aseguro
compadre que no es por decir nomás, pero el patrón me ha tenido confianza total
y yo le he respondido, por eso ahora me siento tan mal, compadre, que no sé
cómo seguir, pero, esta vez fue más fuerte que todo y me tuve que retirar. Y lo
que me costó, ni le digo, compadre. Porque yo he sido siempre fuerte para
enfrentar las cosas, y usté lo sabe, compadre, pero esto que le cuento ya no es
de esta vida.
Ya sabe usté,
compadre que soy hombre de andar solo, y
solterón que le dicen, desde aquello con la Manuela que no se dio y
entonces me dije que nunca más, porque usté sabe compadre que a la Manuela la
quise y que fueron muchos años de andar juntos y ya me había acostumbrado a la
Manuela, aunque no vivíamos juntos, porque a mí me gusta la libertá y por eso
no me atreví a casarme y ella se enojó, no me entendió, compadre, y todo se
terminó…
Me dio el raje,
compadre, y a lo mejor tenía razón la pobre, ya pasaban como 15 años y ella
quería familia, hijos y yo me asusté compadre… Y ahí se terminó todo.
Pero yo me
sentía fuerte y no me importó mucho, total vivía en “La Inundada”, el campo de
Bayauca que el patrón había comprado, y ahí estaba yo contento con la casa que
era buena, los animales que me necesitaban todos los días, la motito para venir
al boliche del pueblo los domingos y la paga que era buena, si hasta podía
ahorrar, para mí eso era todo una buenura y no quería más.
Otra, otra
compadre, que la giñebra es medicina pa’ mí hoy que me siento mal y tan
perdido, porque una cosa es que a uno se lo cuenten y otra que se viva en carne
propia y se quede uno sin aliento y se quede uno duro como estaca y no pueda
reaccionar y tenga ganas de juir a campo abierto hasta más no dar, como loco
que se escapa del loquero o potro que zafa del encierro.
Porque como le
decía, compadre, que todo empezó hace
como siete, ocho meses nomás, cuando el patrón me vino a buscar pa’ llevarme
a otro campo, “La Nueva” se llama, en la zona del Maipú y me gustó la
idea, por cambiar de aires, ya había estado mucho en “La Inundada” y al Maipú
ya lo conocía.
Allí llegamos
con el patrón… Una preciosura que le digo compadre, muchos árboles, montones de
castaños, lo que pidiera…, y la casa, ¡qué casa, compadre! De no creer, con una
galería toda de frente y primero del lado de la derecha una cocina. ¡Qué
cocina! Hasta estufa a leña tenía en un rincón. Al lado pa’ la izquierda un
comedor, ¡que comedor!, hasta le habían dejado la mesa y las sillas, ¡enorme! Como
pa’ veinte había lugar… Y después tres piezas, ¡que piezas! Pa’ mí que el campo
era de algunos cogotudos, pero nada pregunté, que yo no soy chusmón. Y todo a
la gran galería, ¡qué galería compadre!, como pa’ dar un baile. ¡Bailar! Justo
la palabra. Que se me atraganta el garguero, ni me haga acordar, compadre.
“Aquí tiene, don
Hugo, ¿le gusta? Toda pa’ usté”, me dijo el patrón. El trabajo ya lo conoce,
por ahora nada de animales, más adelante veremos, me dijo el patrón. Se imagina,
compadre, estaba como perro con dos colas… Toda la casa pa’ mí, una hermosura y
me fui nomás a darle al laburo.
Sirva otra,
compadre, que todavía tengo resto, no se preocupe que en una oportunidá me
mandé como diez y aquí me tiene, si a mí la giñebra ni me hace, y ahora con lo
que le cuento falta que me hace.
Ahí estaba yo
contento como si me hubiese agarrado la lotería. La cosa comenzó como semana y media después,
siempre de noche, la primera vez me desperté, prendí el farol, salí afuera
escopeta en mano, que yo no me ando con miedos, pero nada vi ni encontré. A la
otra noche lo mismo y de nuevo salí y esta vez una vuelta a la casa me di y
nada. Me parece que la tercera me venció el cansancio, pero a la cuarta noche otra vez y toda la casa revisé y nada,
en la quinta y sexta noche la cosa no había cambiado y me empecé a pensar si no
andaría mal de mi cabeza.
Y sabe compadre,
me dije o estoy loco o aquí pasa algo y pensé me lo traigo al Rafael el hijo
mayor de mi hermana Herminda, es buenazo y vivo el mozo, además jovencito,
diecisiete tiene recién. Así que contento el sobrino se vino a acompañarme, con
permiso del patrón, por supuesto, que soy cuidadoso y respetuoso de esas cosas
y no me ando con atrevimientos.
Estuvimos una
semana más, con sainete tras sainete, hasta que el Rafa me dice, disculpe tío,
pero acá no se puede estar, disculpe pero no lo puedo acompañar, no se puede
dormir aquí no se puede dormir. Y tenía razón, así que lo tuve que llamar al
patrón y hablarle de frente.
El patrón me
escuchó con atención y no sé si lo creyó pero yo se lo dije, con el alma en la
mano pero se lo dije. Acá, patrón no se puede estar, no se puede dormir, todas
las noches, bien entrada la noche cuando ya agarro el primer sueño, empieza el
baile. Sí, patrón, el baile, corren, se ríen, hablan pero no entiendo lo que
dicen, corren sillas, corren muebles, y se ríen, me despiertan y cuando salgo a
ver no encuentro nada patrón y a la otra noche lo mismo y así todas las noches.
Por eso me lo traje al sobrino, pa’ ver si no estaba loco y no, patrón, porque
al muchacho le pasó lo mismo y no quiso estar y se fue.
Yo no puedo
seguir, patrón, no aguanto, no puedo descansar y ya tengo miedo de dormirme. Con
todo el dolor del alma tengo que dejarlo patrón y Dios sabe lo que me cuesta.
Me miró medio
creyendo y medio no, pero no pude seguir, eso era el infierno compadre, y me
dijo, bueno don Hugo, cuánto lo lamento, pero no tengo otro campo pa’ ofrecerle
en estos momentos…y eso fue todo.
Y así ocurrió
compadre, que sirva una más, no sea tacaño, que sin trabajo ni compañía ni
patrón, ahora no sé qué hacer, pero así ocurrió compadre aunque usté no lo
crea, que no es cosa de mamado lo que le digo, y más le digo compadre, todavía
no puedo dormir y ya van pa’ cuatro semanas y lo sueño todas las noches. ¿Habrá
sido locura del Maipú, compadre? Usté siga sirviendo nomás.
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